martes, 7 de diciembre de 2010

Un poema que destilé...

El viento se cuela por una rendija;
busca una dirección. Susurra, silba de gusto
por el encuentro del límite que se autoimpone.
Así la sonrisa, pequeño sol que entibia el alma,
silenciosa se cuela en las pupilas
y sube la temperatura de los cómplices movidos por el desliz de labios lúdicos, amorosos.

Yo, certero viento y sol, intenté colarme en ti,
hallarme liberado de mi dispersión, de mi soltura,
acendrarme en tu recipiente cuerpo, modelarme contigo,
aluzarte para que el reflejo construyera mi esencia.

Pero la ingente fuerza del munífico sol
es a veces vencida por una débil persiana;
en tu cuarto no dejaste ya penetrar mis rayos.
Y no es que tu habitación quede en penumbra, nunca.
Hay reflectores, destellos cegadores que vienen de adentro;
incandescencias de luz blanca que enciendes y apagas a voluntad.

Es cierto, el sol se va todas las noches,
pero retorna fiel, tibio y eterno: es un regalo;
Sin él, tu pieza estará radiante de luminosidad fatua,
de veleidosas fluorescencias de madrugada, en apariencia, inagotables.
Seductoras lámparas angulares y gélidas hoy deslumbran, te iluminan el rostro, el cuerpo, toda.
No te preguntes cuándo será el fin del espectáculo. Se acerca pausado, inexorable.

martes, 21 de septiembre de 2010

Yo pensaba que eran las nueve

Yo pensaba que eran las nueve...

Tus manecillas marcaron mis manos de tan apretadas; el tiempo, arena fina, se desvaneció en tus párpados inmóviles. Nuestras bocas ahogaron años de soledad en un segundo; se aparearon las horas, disfrutaron ser nuevo órgano; su motor: nuestras lenguas, búsqueda y encuentro de un impulso dulce, adicto vicio. Yo pensaba que eran las nueve; en realidad los relojes no se habían inventado esa madrugada; no en tu habitación, no en mi sala, no cuando me tuviste erguido en tu boca; el sueño platónico que en éxtasis se resquebrajaba. Yo pensaba que eran las nueve porque a esa hora te había imaginado desnuda; con una mirada dulce, no con ésa con la que me quebraste, con la que te recuerdo; te había imaginado etérea, la realidad me obligó a sentirte terrena… por momentos. Yo creí que eran las nueve; tú me obligaste a caer en cuenta: nuestro reloj no tenía horas; era marcha regresiva que llegaba a un final. Hermoso final, no un final feliz, sólo un final. Yo pensaba que eran las nueve; y no quedaba ni un minuto para el fin, para nuestro límite. Ahora no llevo pulsera de tiempo, porque el tiempo ya no importa, llegó a cero. Llegaste a cero. ¿Sabías que podrías llegar a ser cero? Yo no lo creía. Da igual. Algún día empezará el segundero a marcar y llegarán las nueve. Sé que un día llegarán las nueve. Las nueve y tú tan lejos.

lunes, 5 de julio de 2010

Despertares

Un breve poema, espero os guste.

Despertares

Y sé que estás pensando en romper nuestro pacto sempiterno,
acuerdo cómplice de miradas hambrientas y forzadas conductas inocentes;
y destilas tentación de quebrar la magra sensatez que aún nos queda, y de arrojarte contra la voluntad de arenas temporales al arroyo creciente de mis besos.

Y yo te siento cerca, aspiro de tu aroma y trato con denuedo no desearte,
no imaginarnos solos en mi lecho conversando sudores disfrutados,
y borrar de mis ojos encerrados: tu figura, tu cuerpo, mi cadalso;
pero te miro, te miro y soy culpable de las terribles órdenes del fuego, y arrancarte la ropa de pronto se vuelve irrefrenable.

Y pienso en el pasado que adormeció mutuas admiraciones deleitosas a pesar de vernos hermosos el uno para el otro;
Y pienso en el presente: simulación y freno, fauces disfrazadas de cordero, connivencia en pupilas que se encuentran y saben que el deseo se mira en el deseo.
Y pienso en el futuro inexistente que tenemos, en los días por venir, en los secretos, en la ruptura de los labios sellos, en la resaca de tus hondos pechos.

Y sé que estamos pensando en destruir ese pacto… y no podremos.

miércoles, 7 de abril de 2010

Por supuesto que era un sueño

Por supuesto que era un sueño, porque disparábamos en un juego que no existía, los controles de madera se transformaban y lo que ocurría en la pantalla lo podíamos sentir muy hondo. Por supuesto que era un sueño, porque tú todavía te reclinabas en mí dejando un halo sensual en cada movimiento y tu aroma aún se fijaba en la camisa vino 80% algodón que me habías regalado en nuestro primer mes juntos. Aún te quedabas en mi casa y recorrías el salón desnuda, ostentosa, mágica, impresionante, abrazando las sábanas llenas de noche, de nosotros. Por supuesto que era un sueño.

Así que en este sueño que ahora me regalaba (supongo que la noche), decidí afrontar dos retos que se me presentaban en desorden. Uno, tratar de volar de manera constante. Hasta ese momento apenas había podido planear dubitativamente por algunos segundos y regresaba al suelo como volviendo de un brinco infantil. Volar no es fácil. Además de saber volar, se necesita creer que se puede volar. Algo de esto había leído en un libro que ahora decora el salón de un vetusto pariente; pero ahora era una situación en la que realmente necesitaba volar. Era ese tipo de sueño, porque, por supuesto que era un sueño. Nunca antes me había encontrado intentando volar en medio de la escuela. Curioso era que nadie se sorprendiera de verme volar, pero, igual, se veían cosas más raras en el patio: gente sonriendo, trabajando, compartiendo.

Volteaste la cara con un dejo de soberbia y tu sonrisa me sorprendió. No hacía dos días, ese mismo rostro apenas me miraba con una mueca enfermiza. Las más de las veces, marmórea, lapidaria, y cuándo te había preguntado el porqué de tu incólume gesto, de esa mueca, una mueca de inseguridad dentro de una coraza de madera pintada de hierro, me di cuenta que realmente era un sueño. Por supuesto que era un sueño, porque tus alas no brillaban de noche; ajadas, sucias, se arrastraban en el parquet de tu indiferencia, de tu torpeza. Y estuve cierto de que era un sueño no por el final (obvio hubiera parecido), sino por el prólogo, porque nos descubrimos el velo de hipocresía que anegaba el cruce de miradas y pareció que justo en el momento de soñar, de cesar de soñar, de creer soñar, de querer soñar, de crecer y soñar, de crearte, de configurarte, de domeñarte, en ese puntual instante me quedé dormido al despertar del sueño desperezante de besar el aire y recordar: hoy es jueves.